Por años no hemos entendido la Gracia de Dios

Una inmensa mayoría de cristianos (incluyéndome a mí en otros tiempos) cometen el error de comparar el carácter, las actitudes, los sentimientos y las reacciones de Dios con los del ser humano. Enorme error. Porque el hombre y la mujer son fluctuantes y cambian con mucha frecuencia. Hoy están allá arriba y son puro amor y mañana están abajo y detestan y critican a todo el mundo.

 

Lo del Señor, en cambio, es un amor INMUTABLE. Inmutable significa que no muta nunca, que no cambia. Que es constante.
El ser humano oscila, es un péndulo movido por mucho interés personal: si le das, si le sonríes, si lo elogias, te ama. Y si no, te rechaza. Dios nunca tiene ese tipo de actitudes.
 
Dios ama al que tiene fe y ese amor perdura, no se modifica, aunque esa persona tenga errores y falle más de una vez.
Si usted lee la Biblia todos los días, Dios lo ama. Si usted no lee tanto, pero tiene fe y disfruta estar cerca de él, Dios lo ama de igual manera que al anterior.
Y su amor por nosotros no tiene nada de humano porque es in-mu-ta-ble. No se modifica por nada. (Sería bueno grabar esa palabra).
 
Y es inmutable porque no se basa –como en el caso de los humanos- en las obras que puede hacer cada uno. Se basa en la Gracia y la Gracia derrama amor, aunque ese amor no se merezca.
 
Esa es la definición de la Gracia de Dios: es el amor que se brinda sin medida incluso a personas que, según la manera de evaluar humana, no se merecen ni una pizca de ese cariño.
 
Durante mucho tiempo yo creí que Dios era un ser sobrenatural que amaba a los buenos y castigaba a los pecadores. Si fuera así, ¿me pueden decir qué tendría este evangelio de “buenas noticias”? Porque dice la Biblia que “no hay justo ni aún uno” (Rom 3:10-12). ¡Estaríamos todos bajo el látigo!
 
En otro texto ( Rom. 7:19) dice Pablo, y esa definición abarca a toda la humanidad, “que no logra hacer lo bueno que desearía hacer, sino que hace lo malo que detesta hacer”. ¿Se da cuenta que si Dios tuviese un costado castigador como creíamos, estaríamos permanentemente en condición de castigados?
Dicho esto, ya podemos comenzar a entender que no se necesita hacer nada para ser aceptados por Dios. “Hacer” no es el camino.
 
En este punto nuestra humanidad nos confunde mucho porque en esta dimensión terrenal son admitidos y reconocidos los que tienen obras para mostrar, los diligentes, los creativos…mientras que en la dimensión Celestial Dios dice otra cosa: “Mis reglas son diametralmente opuestas, en mi corazón entran todos los que se animen a creer en mí, en quienes tengan deseos de estar cerca de mí. No lo mido por las obras que muestre cada uno porque eso generaría mucha competencia y serían muchos los que se vanagloriarían por todo lo que han hecho. Y habría otros que no tendrían muchas obras que mostrar. No sería equitativo”.
 
Haciendo una leve paráfrasis de Efesios 2:8,9 nos ayudaría a entender mejor la postura del Señor: “Sepan que por Gracia son salvos y amados por mí, solo por medio de la fe (Y ni esto es de ustedes porque yo mismo proveo esa fe) y no por obras ni logros humanos para que nadie se llene de orgullo”.
 
Creo personalmente que Dante Gebel ha entendido en plenitud el corazón de Dios y ha tenido mucha luz sobre la Gracia de Dios al no hacer acepción de personas en River. Si lo dejaran a Jesús con un megáfono en la puerta de River Church él diría: “Pasen todos! ¡Pasen que aquí no rechazamos a nadie! ¡Todos son igualmente bienvenidos! ¡Pasen que aquí encontrarán Gracia!”
 
 
Y si pudiésemos ver con los ojos de Dios, veríamos ingresar gente con muletas, rotos por los trajines de la vida, cargando pesadas bolsas de errores y fallas por las contingencias de la propia existencia. Gente destruida. Gente rechazada. Con las vestiduras que antes eran muy sucias, ahora luciendo blancas porque fueron lavadas en la sangre de Cristo.
 
“Si vienen es porque desean estar cerca de mi…y eso es todo lo que necesito”, pensaría Jesús en la puerta de River.
 
 
Por Marcelo Laffitte

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