El tercer siervo no malgastó lo recibido, simplemente lo enterró. Aparentemente fue prudente, sin embargo el amo lo llama siervo malo y negligente (v.26). Porque no actuó. No asumió riesgos, no se comprometió, no valoró la confianza de su Señor. Su motivación fue el miedo (v.25), y el miedo mal gestionado se convierte en desobediencia.
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Jesús no está hablando de productividad empresarial, sino de mayordomía espiritual. Lo que se reprueba no es la falta de resultados, sino la falta de acción por desconfianza y temor. La inacción es una forma de rechazo al propósito de Dios.
Pon freno a enterrar los talentos por miedo al juicio, al qué dirán, al error o al fracaso. El Reino de los cielos es dinámico, no pasivo. Dios espera que lo que hemos recibido sea puesto al servicio de otros y del Reino.
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Jesús lleva todo temor que impide que desarrolle mis dones o mi propósito...
Amen!!!


