Juan 15.16 NVI: “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes y los nombré para que vayan y den fruto, fruto que permanezca, de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se lo dé.”
Cuando Dios nos llama, nos llama con un propósito. No somos una pieza suelta en el mundo, sino parte de un plan divino, diseñado para dar fruto y para que nuestra vida tenga un impacto eterno. Dar fruto significa más que éxito personal: implica influir positivamente en quienes nos rodean, compartir amor, servir, perdonar, enseñar y vivir de manera que glorifique a Dios. Este fruto no desaparece con el tiempo; permanece, dejando huella en la vida de otros.
Jesús también nos asegura que, como elegidos, podemos acercarnos a Dios con confianza: todo lo que pidamos en su nombre será escuchado. Esto no es una promesa de que obtendremos todo lo que queramos de forma egoísta, sino que Dios nos guía para pedir según su voluntad, y que nuestras vidas alineadas con Él serán bendecidas.
Vivir conscientes de que fuimos elegidos por Dios cambia nuestra perspectiva. Nos libera de la comparación con otros, del miedo al fracaso o de la sensación de inutilidad. Cada talento, cada oportunidad y cada experiencia tiene un propósito divino: somos llamados a ser instrumentos de Dios en este mundo.
Hoy, preguntémonos: ¿Estamos reconociendo que nuestra vida tiene un propósito divino? ¿Estamos dando fruto que permanezca, o nos conformamos con solo “pasar por la vida”? Jesús nos invita a vivir con intención, a buscar crecer en Él y a confiar en que su llamado siempre nos guía hacia algo eterno y significativo.
ORACIÓN: Señor, gracias por elegirme y darme un propósito. Ayúdame a dar fruto que permanezca, a vivir con intención y a confiar en que mi vida está en tus manos. Enséñame a pedir y actuar conforme a tu voluntad, glorificando tu nombre en todo lo que hago. Amén.
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Sáenz Peña – Chaco
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