Un matrimonio sólido es fruto de la decisión diaria de amarse con honra, respeto y dedicación
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By Monica
Monica
Una amiga me pidió que compartiera alguno de los “secretos” que han permitido a Hilda y a mí disfrutar de una relación sana y armoniosa.Antes que nada, debo decir que este objetivo no se logra por casualidad ni por arte de magia, sino como resultado de decisiones conscientes que no solo deben tomarse, sino también hablarse, cumplirse y sostenerse en el tiempo. Como se puede notar, es un trabajo constante, ¡pero qué gran recompensa tiene!
Quisiera compartir, sin rodeos, un aspecto que Hilda y yo cuidamos con especial esmero. Puede parecer secundario, pero en realidad es fundamental: el cuidado personal.
Me voy a referir a mis colegas de género: el hecho de llevar 20 o 30 años de casados no justifica descuidar nuestra apariencia. Con el paso del tiempo, muchos hombres dejan de prestar atención a estos detalles, bajo la errónea creencia de que "ya conquistaron" a su esposa y que no es necesario seguir esforzándose. Nada más equivocado. Uno de los grandes secretos de un matrimonio feliz es seducirse y conquistarse toda la vida.
Lamentablemente, es común ver esposos que, en la intimidad del hogar, adoptan una imagen descuidada: desaliñados, sin afeitarse, con el cabello en desorden o incluso con ropa que llevan puesta por días. (No me refiero a quienes, por limitaciones económicas, deben repetir vestimenta, sino a aquellos que han dejado de valorar la higiene y el buen gusto). Estos descuidos, aunque parezcan pequeños, erosionan el romanticismo, afectan la convivencia y restan calidad a la vida matrimonial.
La Biblia nos anima a honrar a nuestro cónyuge y a no dar por sentada y ganada la relación:“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”(Efesios 5:25-26).
El amor verdadero no solo se expresa con palabras, sino también con acciones y detalles. Así como cuidamos la casa en la que vivimos o el auto que conducimos, debemos cuidar la presentación con la que nos mostramos ante nuestra esposa.
La higiene y los buenos modales son señales de respeto y amor.
El buen gusto debe cultivarse y protegerse permanentemente. Y cada miembro de la pareja tiene el deber de hablar con franqueza cuando alguno de estos descuidos se convierte en hábito. Si nos acostumbramos a prácticas desagradables, como comer con la boca abierta, toser sin cubrirnos o descuidar nuestra higiene personal, no solo faltamos el respeto a nuestro cónyuge, sino que corremos el riesgo de trasladar esas costumbres a otros ámbitos.
La Palabra de Dios nos recuerda que el respeto mutuo y el trato digno deben ser fundamentales en el matrimonio:
“Maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7).
Honrar a nuestra esposa significa también cuidar nuestra presencia, mostrar respeto por su sensibilidad y valorar aquellos detalles que ella aprecia.
Debemos amar hasta el final, mostrándolo en cada detalle. El verdadero amor se construye día a día, no se mantiene por inercia. Es saber que, a pesar de los años, las arrugas y los kilos de más, sigues eligiendo y siendo elegido por la misma persona para compartir la vida.
Nunca sabemos cuándo será la última vez que veremos a alguien, así que ama mucho, exprésalo con palabras y demuéstralo con hechos. No basta con decir “te amo” si no hay gestos que respalden esas palabras. Recuerda que los pequeños detalles tienen un gran impacto en el corazón de quien amas. “Hijos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18).
Así que, esposo, cuida tu aspecto, tu trato y tu actitud. No lo hagas solo por ti, sino por la mujer que Dios te ha dado. Y esposa, valora esos gestos y esfuérzate por corresponder con amor. Porque un matrimonio sólido no es fruto del azar, sino de la decisión diaria de amarse con honra, respeto y dedicación.