A veces nuestra alma se desespera y esto no permite que se cumpla el tiempo establecido para que Dios obre. Nos impacientamos de tal manera que nos olvidamos de todo, tan solo por querer hacer las cosas en nuestro tiempo y no en el de Dios.
Cuando Dios le dio la orden a Noé para que construyese el arca pasaron 100 años para que él viera el propósito cumplido ¿Podía Noé hacer que lloviera antes? No, porque eso no dependía de él sino de Dios.

Así, hay situaciones que no dependen de nosotros sino sólo de Él, y querer hacer correr el tiempo de nada nos vale. Al contrario, nos ponemos en contra de Su voluntad. Esto sí es peligroso, cuando empezamos a contender con Dios.
Si el tiempo pasa y no hay señales o indicios de cambios, pregúntale: ¿Qué estás enseñándome que no logro entender? Porque cuando esto suceda entenderemos que ese tiempo es necesario para nosotros madurar y prepararnos para lo próximo que va a darnos.