Hospitales para el alma que no sueltan a sus enfermos

¿Qué pasaría si los enfermos fueran internados en hospitales y permanecieran años sin salir? ¿Qué ocurriría si usted se enfermara, fuera derivado a un sanatorio de la ciudad y nunca le dieran el alta? ¿Se resignaría a vivir por siempre dentro de sus paredes? ¿O iría a reclamarles a los médicos para que modificaran el tratamiento y usted pudiera sanarse y salir totalmente recuperado?

Considero que es correcta la forma en que denominamos a las iglesias cristianas: hospitales del alma. Pero este viejo calificativo se usó siempre para contrarrestar la errónea idea que las iglesias congregan a gente perfecta.

Hoy quiero detenerme a examinar, y a tratar de hallar alguna explicación sobre esta preocupante situación: ¿A qué se debe que el alma de tanta gente parece no curarse nunca en estos hospicios? ¿Cuáles son los motivos que en estos hospitales hacen que muchas personas tarden tanto para obtener el alta que declare que se han curado?

Sería una injusticia no reconocer que muchas vidas fueron radicalmente transformadas para bien y que, como dice la Palabra, fueron cambiadas y convertidas en “nuevas criaturas”. También es cierto que otra cantidad muy grande de creyentes viven estancados en un enfermizo estado de “infantilismo espiritual”.

Estos últimos son los que no logran entender la Biblia y mucho menos la forma de aplicarla a la vida cotidiana.

Son los que pasan la vida pidiendo oración para sus problemas, por no entender que sus propias oraciones tienen poder.

Son los que se ofenden –y hasta dejan de asistir a las iglesias- porque el pastor no los visita.

Son, en definitiva, quienes no logran disfrutar de la victoria que el Señor promete a sus hijos.

Un diagnóstico rápido y muy cercano a la verdad que podría dar en este momento, sería decir que son vidas que no crecen, porque no han tenido un encuentro personal con Cristo.

Pero no me animaría a ser tan tajante con esta afirmación, porque una prueba de que no es fácil determinar cuándo una persona se ha convertido verdaderamente, lo dan la cantidad de libros escritos por eruditos que, muchas veces, discrepan con otros eruditos tan lúcidos como ellos y lo dan también los muchos debates que he escuchado sobre el tema.

Terminemos esta columna con una reflexión muy práctica. Si usted tiene dudas de haber tenido un encuentro personal con el Señor, porque se ha comparado con hermanos de la iglesia y ha notado que su vida es muy diferente a la de ellos, vayan estos consejos:

1) Cada vez que tenga dudas, entréguese al Señor.

2) Cumpla con algo muy importante: lea la Palabra. Y si no la entiende, pídale sabiduría al Señor y crea que se la dará.

3) Si su sequedad espiritual persiste, no baje los brazos. Persevere. No tenga vergüenza de comenzar toda su vida cristiana de nuevo, pero esta vez con la ayuda de un hermano o hermana maduro y sabio.

Dios verá las intenciones de su corazón y lo premiará llenándolo del Espíritu Santo.

"Dios vino para darnos vida...y vida en abundancia"

Por Marcelo Laffitte

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