Lamentablemente esto le ocurre hoy a una ancha franja de creyentes que ha permitido que su fe se enfríe y que componen el triste segmento de “Los No comprometidos”. Asisten cada domingo, cantan, diezman, saludan, sonríen, pero tienen el corazón helado.
Por eso, uno de los peligros de la vida cristiana es encontrar un lugar que nos guste y asentarnos allí, en lugar de estar atentos y dispuestos a la dirección que nos marca el Señor. “Yo voy a la iglesia, pero no quiero que me compliquen la vida”, esa es la muletilla cotidiana de la citada franja.

Con Hilda tenemos un mentor que tiene 90 años, se llama Afif Chaikh, es un pastor muy activo, fue misionero en Suecia y un destacado ingeniero. Dios le ha dado una estrategia bíblica realmente efectiva para las iglesias. Las congregaciones que la han aplicado han recogido mucho fruto en términos de crecimiento numérico y espiritual. Son iglesias que han crecido y se han renovado. Sin embargo, he visto que muchas otras congregaciones rechazan ese plan. ¿Por qué? Esos rechazos tienen una sola explicación: esa visión saca a las personas de su sitial de comodidad, exige movimiento y riesgo, pero da a cambio frescura de espíritu, renovación y multiplicación.
Para entender mejor el rechazo, debemos contemplar también la dura estructura eclesiástica, tan llena de tradiciones y de religiosidad que se ve impedida de apreciar algunos beneficios que podrían cambiarla de manera radical.

El hombre trae en sus genes la tendencia a construir nidos (“Ah…ya tengo mi techo propio…”) Pareciera que cuando encuentra un lugar donde cavar los cimientos y levantar paredes, se da por realizado y expresa en su interior: “De aquí no me mueve nadie”.
Ignoran que la vida cristiana y la búsqueda del centro de la voluntad de Dios es muy dinámica, sujeta a cambios.
Dios nos invita a no clavar tan profundas las estacas de nuestra carpa, de nuestra tienda. A no hacer cimientos de hormigón, a no poner vigas con hierros…para que, si la voluntad de Dios indica movernos, podamos obedecer rápidamente para no perder un solo minuto fuera de ella. El que tenga oídos para oír que oiga.
Exodo 40: 36 al 38 dice “Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas”.

Fui a visitar, en un hogar de ancianos, hasta que falleció, a un hermoso pastor de 93 años. Un día le pregunté: “Si volvieras a vivir la vida, ¿qué cosas no harías? “Comprar ladrillos”, me respondió. Una brillante metáfora que capté rápidamente para decirme: hay que estar livianos para movernos con celeridad hacia el lugar que indique el dedo de Dios.
“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. 1 Juan 2:17
Por Marcelo Laffitte