El milagro de Ana Paula

Ana Paula es una adolescente preciosa como todas las de su edad. Más preciosa porque ha sido tocada por Dios, por su sanidad y porque siempre ha sido resguardada con enseñanza de la palabra de Dios. Ella es bisnieta de los fundadores de la primera iglesia Bautista de Resistencia, Manuela y José Quiroga.

Su abuelo José relata para Encendidos en primera persona, el milagro que vivieron hace cinco años “era la tarde de viernes del 29 de abril del año 2016, con su abuela Mirta nos encontrábamos en su casa, compartiendo con mi hija Cynthia, su esposo Matías, su hermanita Antonella, sus abuelos paternos y nosotros, los papás de Cynthia, un tiempo de camaradería familiar.

Anita con 8 años, (o Any, como le decimos), que ya desde hacía un par de días, venía sintiéndose rara le decía a su mamá y le aparecieron unas pequeñas ronchas en distintas partes del cuerpo como si fuera una alergia.

Pero ese viernes empezó a decirle a su mamá que le dolían las piernas, pensamos que era de tanto corretear, así que su mamá la mandó a descansar un rato, analgésico mediante y se recostó en su cama.

Al rato llamó a su mamá diciéndole que le dolían más sus piernas y ahora Cyn, la miró con mayor detenimiento y observó que la nena tenía más ronchas en varios lugares del cuerpo, así que, comenzó prestar más atención a su cuadro.

Sus padres la llevaron enseguida a su médico pediatra, que la atendía desde que nació, excelente profesional y buena persona que trabaja en Corrientes y tiene su consultorio en Resistencia a dos cuadras de nuestra casa.

El médico la envío a su casa con algunas medicaciones y solicitó que la observen, él estaba a disposición todo el tiempo necesario y que llamaran a la hora que fuera si no mejoraba. Cyn y familia tienen un departamento y viven arriba de mi casa.

“Nunca pensamos que la situación sería complicada, pero era la primera vez que Anita estaba muy dolorida” relata su abuelo.

Creímos que la enfermedad terminaba allí con la medicación y reposo, pero a las dos horas la situación estaba más complicada, más dolor, ahora hinchazón en sus piernas y empezó a cubrirse su cuerpo casi completo de ronchas, una al lado de la otra y seguían multiplicándose y le provocaban mucho ardor.

Llamaron urgente al doctor, quien aconsejó, internarla de inmediato en una clínica pediátrica por lo que fueron al sanatorio Antártida directo a terapia y aislada, su cara estaba hinchada y hasta deformada por la hinchazón y ya no podía casi mover sus piernas, también hinchadas y hasta sus manos se hincharon.

Así que empezaron los estudios de todo tipo para diagnosticar y medicar, pero sus valores, en general daban bien, lo que descolocaba a los médicos, ya que empezó a ser atendida por médicos locales del sanatorio y su doctor que venía diariamente a verla, en continua conexión con Cynthia, su mamá, quién también, prácticamente se internó con ella y no la descuidó ni un minuto.

“Y empezamos desde el momento, de su internación, un combate cuerpo a cuerpo con las huestes de maldad y pidiendo la intervención divina de Dios” relata el abuelo.

Se pidieron a varios grupos de oración que oraran por Anita y la respuesta fue tremenda, tenemos familia en USA y España y ellos se encargaron de distribuir pedidos de oración en muchos países de Europa y aún en Asia. Acá algunos familiares iniciamos un tiempo de oración y ayuno de 24 hs y alguno, como mi caso, hablando con el Señor y clamando ante Él, le dije que ayunaría hasta el día que salga sana de la clínica, sea el tiempo que fuera.

Es que, si bien nos duele la enfermedad de un hijo, les puedo asegurar que, la de un nieto se multiplica por 100, porque es un amor distinto, a quien es hueso de tus huesos.

Mientras tanto la lucha continuaba en el sanatorio y los médicos extremaban las medidas y estudios para encontrar una cura a ese mal que no tenía nombre y que parecía agravarse con el correr de los días, se probaron muchos tratamientos y sólo un porcentaje elevado de corticoides daba un poco de alivio, pero esto no permitía encontrar la raíz del problema, ya que ese tratamiento, daba una calma por un momento, pero no curaba.

La internación, empezó el día viernes por la tarde, así que fueron varios días de continua lucha e interconsultas con especialistas, aún de distintos países y nada daba el resultado esperado, sólo una pequeña calma al poner el corticoide, que le permitía descansar un poquito y que su mamá viniera a asearse a la casa, mientras su papá la cuidaba.

Así con ese cuadro duro, llegamos al miércoles e incluso esa noche, casi de madrugada una enfermera que la atendía, y era cristiana, al verla sufrir tanto, le pidió permiso a su mamá para hacer una oración por Anita y por supuesto, fue lo mejor para ese momento, así que Cyn le dijo que también era cristiana y que en muchos lugares se estaba orando por Ana y estaba segura que Dios haría una obra en la salud de su hija, era cuestión de creerle a Dios y esperar sus tiempos.

Mientras tanto, ocurrían diferencias entre los diagnósticos entre los médicos locales y el de cabecera, pero en realidad estaban perdidos y yo entendí, que este era un género que solo salía con oración y ayuno.

Ese miércoles, su médico de cabecera, por el cual oramos tanto y Cyn depositó su confianza, en que Dios lo usaría a él para mejorarla a Anita, y fue también un acto de fe, no en la persona, pero si en lo que Dios, puede hacer a través de una persona, ya que varios amigos nos sugirieron llevarla a Buenos Aires, a tratarla allá con más recursos, posiblemente, hasta el avión sanitario estaba disponible. Pero Cyn dijo, Dios quiere que sea acá y así fue que siguió en el mismo sanatorio.

Todos orando, hasta Annacondia

Yo en mi ansiedad busqué pastores y personas que específicamente, pudieran ir a orar por ella en el sanatorio, y solicité a varios y algunos fueron, otros no pudieron, pero es que, Dios nos tenía reservada una gran sorpresa y un mimo de su parte. Ese jueves a la mañana, me llamó un primo de Sáenz Peña, si quería que el pastor Annacondia fuera al sanatorio a orar por Anita esa tarde, ya que estaría pasando por Resistencia para el interior a una campaña de las que nos tiene acostumbrados, así que arreglamos encontrarnos en el sanatorio a las 16.

Pasando las 15 me avisaron que sería un poco más tarde ya que su avión estaba demorado en Buenos Aires y ¿saben por qué? El avión que tuvo un roce con otro en la pista de aterrizaje y se rompió parte del ala, pero por la misericordia de Dios no pasó nada grave y dos horas más tarde, a las 18 pudo estar en Resistencia, así que a las 18,30 nos encontramos en el sanatorio y pude conocer de cerca a un “pequeño gigante”, estaba con su esposa y mis primos, que lo llevarían a Sáenz Peña.

Charlamos un poco sobre cuál era la situación y fuimos a terapia a encontrarnos con Anita y su mamá que no se despegaba de ella y ni aun dormía en todos esos días, por estar a su lado viendo cada detalle de su salud y sin tiempo para el cansancio, sólo Dios le daba fuerzas y paz..

Ya en terapia y con los permisos del caso y sabiendo, como lo hace Annacondia cuando ora por los enfermos, avisamos en la enfermería de terapia que, quizás escucharan una oración por la niña de la pieza en aislamiento, Ana Paula.

Así que entramos y Anita estaba sentada en el borde de la cama, toda hinchada en su carita aún y su mamá al lado, entró el pastor, se sentó a su lado, le agarró sus manos y en voz muy bajita le preguntó si creía que Dios podía sanarla y la respuesta fue Sí, entonces le dijo, “estás sana en el Nombre de Jesús y mañana dejas este sanatorio, completamente sana” y fue todo, nos fuimos hacia abajo y en el camino, algunas de las enfermeras que lo reconocieron, le pedían que orara por ellas y Annacondia, sin problemas lo hizo.

Honestamente les digo, yo me preparé para escuchar una fogosa oración de sanidad, pero Dios tiene sus planes y usa a sus hijos como Él quiere y hace así, su obra maravillosa.

¡Dios hizo el milagro!

El viernes su doctor de cabecera vino dispuesto a iniciar un largo tratamiento, según él entendía, podía ser el "síndrome de Kawasaki", enfermedad que deja secuelas importantes en órganos vitales y cuyo tratamiento también tiene sus riesgos, aunque decidió esperar uno o dos días más.

Pero como tenemos un Dios tan grande y amoroso, Él tenía la última palabra.

Así que ese viernes, antes de iniciar el tratamiento, la revisó nuevamente y vio que había tenido notables mejorías, por lo que decidió no iniciar ese tratamiento y le dijo, “te veo tan bien que casi podría darte el alta ahora, pero pasa una noche más para controles y mañana sábado te vas a tu casa”.

Se imaginan el corazón de cada uno de los que veníamos siguiendo hora tras hora la evolución de Anita, la alegría y agradecimiento a nuestro Dios que no tiene límites.

Así que ese sábado, justo a ocho días de haber ingresado, se iba a su casa, en recuperación, directamente desde terapia a su casa y por supuesto, sin un diagnóstico.

 

Solo Dios lo sabe y cómo lo sabe, da el remedio justo.

Hubo en toda esa semana múltiples muestras de cariño a la familia y testimonios tremendos que serían largo de contar. Solo puedo agregar, Dios, que no deja nada a medias, completó su obra y Ana en breve tiempo estuvo total y absolutamente curada. “Un milagro” dice su abuelo cuando recuerda con lágrimas en sus ojos, esta vez, de agradecimiento.

Ana Paula personalmente dio testimonio, ante sus compañeritos de Hora Feliz en la iglesia Bautista donde asistía, donde varios lloraban al ver el milagro que Dios había hecho en ella.

Todo esto nos lleva a reflexionar sobre la bondad de Dios y que en algunas ocasiones nos da un llamado de atención para corregir nuestros caminos y vaya si lo hicimos, con una mayor unidad en la familia y, sobre todo, en renovar nuestra confianza en un Dios, que es todo Amor.

Hoy a cinco años de ese episodio que marcó nuestras vidas, Anita está mejor que nunca, con trece años, creciendo hermosa a la manera de Dios y sabiendo que Dios hizo algo grande con ella.

 

Aunque lo expresamos en ese momento, nuestro agradecimiento a tantos que clamaron por Anita. Hoy renuevo ese agradecimiento a tantos que fueron usados por Dios para que esta obra sea completa. ¡¡¡GRACIAS!!! Dios los bendiga.

Relato de un abuelo agradecido a Dios por darnos tanto y quien recuerda que semanas anteriores a lo sucedido con Ana, el Espíritu Santo le traía a memoria la famosa canción de Rene Carias “Paz en la Tormenta”, canción que lo sostuvo durante tan dura prueba.

José Quiroga, Iglesia Bautista de Restauración, Resistencia, Chaco, Agentina

Editora del Sitio
"Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos..."

publiinfoqom

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.