A pesar de llevar muchos años militando en la fe, todavía tengo viejos amigos que me siguen preguntando “por qué me hice evangélico”. Algunos, por desconocimiento, creen que lo nuestro es como “una secta”.
No es fácil explicar esto a gente que no está dispuesta a entender. Pero lo primero que les comento es que con la fe en Cristo mi vida cobró sentido. Que dejó de estar vacía. Y que, obviamente, la forma de vivir de un cristiano está en las antípodas de lo que es una secta.
Evidentemente, los que decidimos voluntariamente pagar un costo tan alto y perseveramos en ello toda la vida, lo hacemos porque lo que recibimos es muy valioso.
Y digo que pagamos un costo muy alto porque vivimos en una sociedad anti Dios, altamente materialista, donde el camino de los creyentes no es fácil. Pero nosotros hemos aceptado el dolor, la tristeza de ser tildados de “raros” o sectarios y una cierta forma de discriminación porque llevar con coherencia el rótulo de evangélico no es una tarea fácil, pero vaya si produce gozo en el corazón. Y aparte porque Dios nos advierte en la Biblia que, para poder seguirlo, habrá que cargar una cruz.
Un jovencito toma su cruz cuando, aun sabiendo que en el aula o en el club lo esperan la burla y el menosprecio, reconoce delante de sus compañeros que ama a Cristo.
Un misionero toma su cruz cuando aun poniendo su vida en peligro decide predicar el Evangelio en lejanas tierras. Y por su lado, una familia toma su cruz cuando acepta y hasta festeja, que un hijo amado se aleje del hogar y parta a otro país a servir al Señor.
Ser un discípulo de Cristo no es un trabajo en el que cumples ocho horas y te vas a tu casa a descansar con tu familia. Ser discípulo es una vida. Es un compromiso de 24 horas por 365 días al año.
Miles de cristianos que conozco y yo mismo, soportamos casi todas las facetas de la incomprensión y la intolerancia. Pero lo llamativo es que no nos hemos movido. Y no pensamos movernos de esta forma de vida que, paralelamente, nos llena de gozo y de paz en el corazón, porque es una existencia de principios, de conducta y sobre todo de propósitos muy altos.
“Si quieres seguirme, toma tu cruz y sígueme” Firmado: Jesús.
Y la recompensa es vivir de allí en más bajo Su Gracia. Algo que solamente los discípulos entienden y valoran en plenitud.
“Si sois vituperados (injuriados y menospreciados) por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, por ellos Él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado”.( 1 Pedro 4:14)