El conocido texto bíblico del joven con los cinco panes y dos peces, es mucho más que una historia pintoresca. (Juan 6: 1-15) Es un tremendo milagro de Jesús.
Ofrecerle a Andrés esa escasa porción de comida esperando poder alimentar a más de cinco mil personas parecía una broma de mal gusto. Pero ese joven creía fervientemente que eso era factible sin colocaba esos alimentos en las manos de Jesús.
Se necesita mucha fe para creer que algo humanamente imposible podía acontecer por el obrar divino y de esa manera saciar el hambre de la multitud. Y eso sucedió. Dios multiplicó lo poco y todos comieron. Y hasta sobró.
Esta historia nos deja una enseñanza inmensa para nuestro caminar cotidiano.
¿Qué colocamos nosotros en las manos de Jesucristo? ¿Lo poco que tenemos o lo mucho que nos falta?
Admitámoslo: La mayoría de nosotros, en cada reunión de la congregación, ponemos en las manos de Jesús los miedos, las necesidades, las enfermedades, los fracasos, las pérdidas, las tragedias.
Yo les animo queridos amigos y hermanos que imiten a ese jovencito y se animen a colocar en una misma bolsa lo poquito que tienen junto a sus muchos sueños.
Si, por ejemplo, arde en tu corazón el deseo de servir al Señor, pero careces de talentos y dones para hacerlo, coloca en las manos de Jesús lo poquito que posees: voluntad y esfuerzo, y cree como aquel joven que sembrar en las palmas del Señor es seguridad de una cosecha generosa.
Como ves, solo hace falta tener fe en el Dios de los milagros.