¿Quieres permanecer inmaduro o madurar espiritualmente?

En el mundo físico, el crecimiento de las personas es algo que se da naturalmente, casi sin nada de nuestra intervención. Ahora, en el mundo espiritual sucede una realidad absolutamente diferente. Aquí no se adquiere la madurez por el solo paso del tiempo. Se requiere un decidido esfuerzo personal para cultivar una relación continua con quien precisamente produce el crecimiento, es decir Dios.

 

He conocido congregaciones donde la membresía no demanda nada. Son conformistas que solo aspiran a beber un poco de leche los domingos. Se sienten cómodos con ese pastor que nada exige.
 
El resultado de este tipo de iglesias es una congregación inmadura sin evoluciones de ningún tipo.
 
Se nota que el apóstol Pablo sufría esto cuando escribió Hebreos 6:1: “Por tanto dejemos las enseñanzas elementales acerca de Cristo y avancemos hacia la madurez”.
 
Sin este esfuerzo no será visible prácticamente ninguna transformación.
 
Es precisamente por esto que en la iglesia hallamos tantos creyentes con un triste estado de anemia espiritual. A pesar de esto muchas personas inmaduras son levantadas a cargos de liderazgo sencillamente por los años que llevan como miembros, aunque carezcan de toda madurez.
 
Más adelante Pablo insta a decidir preocuparse por ese esfuerzo enriquecedor y por esa disciplina transformadora.
 
Comencemos con lo básico: conocer la Biblia. Y agreguemos esfuerzo y dedicación en todo aquello que nos conduzca a la madurez.
 
Por Marcelo Laffitte

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