Aunque es posible que no podamos identificar la causa inmediata de la espera —como sucede con un semáforo o una larga fila para pagar— el Único que en el fondo controla nuestra espera, es el Señor.
Puesto que Él es soberano sobre todo, en el cielo y en la Tierra, aun nuestro tiempo y nuestra agenda están en sus manos.
Esto significa que en cada espera estamos, en realidad, esperando a Dios de una forma u otra.
Es posible que usted haya pensado que la expresión “esperar en el Señor” se aplica solo a quienes buscan dirección de Él o respuesta a una oración.
Pero puede significar mucho más cuando recordamos que Él tiene control de todas nuestras circunstancias.
Aprender a esperar es de vital importancia, porque hasta que aprendamos a hacerlo, nunca seremos capaces de andar en obediencia a Dios, tener una vida de oración auténtica, o experimentar la paz del descansar en la dulce soberanía de Él.
Tenemos que aprender a confiar en su sabiduría, pues, si somos sensibles a la dirección de Dios, cada espera tendrá una lección.
La próxima vez que usted enfrente una espera indeseada, recuerde que Dios quiere enseñarle paciencia e incrementar su fe.
El Señor está más interesado en desarrollar en nosotros un carácter santo, que en permitir que la agenda que tenemos se cumpla conforme a nuestros planes.