Como viví 18 años en una pequeña localidad, conozco muy bien el daño que causan las etiquetas que coloca la gente mala. Esos sobrenombres burlones y descalificantes son mucho más que una broma. Son marcas, estigmas que terminan definiendo patrones de conducta y convirtiendo a esas personas en tímidas, temerosas, inseguras y acomplejadas.