Uno de los peligros de la vida cristiana es encontrar un lugar que nos guste y asentarnos allí, en lugar de estar atentos y dispuestos a los movimientos que indique la voluntad de Dios.
Con Hilda tenemos un mentor que tiene 90 años, es pastor, fue misionero en Suecia e ingeniero. Dios le ha dado una estrategia bíblica realmente efectiva para las iglesias. Las que la han aplicado han recogido mucho fruto en términos de crecimiento numérico y espiritual. Sin embargo, he visto que muchas otras congregaciones la rechazan. ¿Por qué?
Esos rechazos tienen una sola explicación: esa visión saca a las personas de su sitial de comodidad, exige movimiento y riesgo, pero da a cambio frescura de espíritu, renovación y multiplicación.
Pero a veces es tan dura la estructura eclesiástica, tan apegada a las tradiciones y a la religiosidad que se ve impedida de apreciar algunos beneficios que podrían cambiarla de manera radical.
Otros que jamás se embarcan en nada que pueda generar renovación son los que carecen de compromiso. Los cristianos light.
El hombre trae en sus genes la tendencia a construir nidos (“Ah…ya tengo mi techo propio…”) Pareciera que cuando encuentra un lugar donde cavar los cimientos y levantar paredes, se da por realizado y expresa en su interior: “De aquí no me mueve nadie”.
Ignoran que Dios, en cambio, nos invita a no clavar tan profundas las estacas de nuestra carpa, de nuestra tienda. A no hacer cimientos de hormigón, a no poner vigas con hierros…para que, si la voluntad de Dios indica movernos, podamos obedecer rápidamente para no perder un solo minuto fuera de ella.
La palabra de Dios nos dice en Isaías 54:2 y 3 "Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas".
Iba a visitar, en un hogar de ancianos, a un hermoso pastor de 93 años. Poco antes de partir le pregunté: “Alberto, si volvieras a vivir la vida, ¿qué cosas no harías? “Comprar ladrillos”, me respondió.