Otra versión expresa lo siguiente con relación al texto de cabecera: “Porque esta es la única clase de culto que es verdaderamente espiritual” ¿A qué se refiere?
A ofrecerle a Dios nuestro cuerpo y todo lo que hacemos con él todos los días. Quiere decir que el verdadero culto no es ofrecerle una liturgia con cantos y oraciones, o un ritual por más solemne que sea, ni siquiera algo que hay que hacer en la iglesia, sino algo que ve todo el mundo.
¿Qué es? El verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestra vida cotidiana. ¡Todo lo que hacemos con el cuerpo! Eso es lo que puede apreciar el mundo y está bien porque somos el templo del Dios vivo.
Muchos dicen: “Voy a la iglesia a dar culto a Dios”. No está mal. Pero también deberíamos decir: “Voy a la fábrica, a la oficina, a la escuela, a la tienda, al campo, al jardín, a la cocina, a dar culto a Dios”. Esto no quiere decir estar cantando himnos ni testificando en el trabajo porque eso significaría desconcentración, sino hacer lo que nos toca hacer de la mejor manera, porque es para la gloria de Dios.
Sellemos esto con un ruego: “Padre celestial, que todo mi caminar, mi trabajar, mi hablar y hasta mis pensamientos glorifiquen tu nombre porque esa será la mejor manera de rendirte culto. Quítame la estructura y la tradición de creer que hay lugares determinados para adorarte y revélame que todo lo que hago, y en el lugar en que me encuentre, puede convertirse en un altar para ti”.
Por Marcelo Laffitte